Cómo mantener la motivación para hacer ejercicio.

A todos nos ha pasado alguna vez, aunque nos dé vergüencita reconocerlo. A algunos incluso les ha pasado varias veces durante varios años consecutivos (hablo de una amiga). De los creadores de: año nuevo vida nueva y voy a ser mi mejor versión, llega el clásico: yo también me he apuntado al gimnasio y no he ido. Donde pone gimnasio también sirve propósitos de salir a correr (con compra de zapatillas incluída), clases de zumba o de power lifting.

Y lo peor no es que sigas sin hacer ejercicio, ni que tengas esas zapatillas relucientes esperándote en el armario, lo peor es el sentimiento de culpabilidad y de fracaso que se te queda después. 

El golpe que sufre nuestra autoestima cuando nos proponemos algo y no lo llevamos a cabo nos va haciendo mella. Básicamente, porque dejamos de confiar en nosotros mismos y en nuestra capacidad de cumplir nuestras propias promesas. Por eso, la falta de motivación (y no de tiempo como podríamos pensar) es la principal causa por la que nos cuesta hacer deporte y cuidarnos en general.

¿Cuál es la solución entonces? Pues obviamente no podemos quedarnos sentados esperando a estar motivados para hacer algo. ¿Te imaginas que hiciésemos así con todo? No iríamos a trabajar ni la mitad de los días y acabaríamos sepultados por montañas de ropa sucia y enterrados en nuestra propia basura. Planazo.

Menos mal que hay gente muy sabia en el mundo y hace tiempo una de esas personas me dio un consejo que me cambió la perspectiva: olvídate de la motivación y céntrate en la constancia. Ahí está la clave, que yo he destripado en varios pasos para que te resulte todavía más fácil.

1- Sé realista: la mayoría de las veces, cuando nos proponemos hacer deporte, nos ponemos unos objetivos irreales, desmesurados, que dan pereza sólo de pensarlo. Voy a empezar a ir al gimnasio… ¡5 días a la semana!, o bien voy a salir a correr 10km todos los días y este verano me hago un maratón. No me malinterpretes, tener objetivos elevados es algo muy sano y útil, pero hay que entender que para llegar a ellos tenemos que ir pasito a pasito, si no nos perderemos por el camino. Así que sé realista, mira tu agenda y piensa ¿cuánto tiempo puedo dedicar a la semana a hacer ejercicio sin que me suponga un agobio? Si no lo tienes claro, empieza por lo bajini, luego siempre podrás aumentarlo.

2- Agéndalo: como haces con lo importante, con las reuniones de trabajo, con las actividades de tu hijo. Igual que lo haces para los demás, hazlo para ti. Apunta en tu agenda cuándo y durante cuánto tiempo vas a hacer ejercicio, y trata esa cita con la misma seriedad que tratas las otras. Cumple tu palabra contigo misma y harás que tu autoestima crezca como una florecilla en primavera (qué bonito).

3- Hazlo fácil: esta es la parte divertida, y es que hacer deporte no tiene porque ser un suplicio, sino que puede ser un momento para ti, para disfrutar y cargarte las pilas. Si vas a hacer ejercicio temprano, deja todo lo que necesites preparado el día anterior para que te dé menos pereza. Si vas a hacerlo en casa, ten preparado un espacio tranquilo y hazlo agradable. Puedes poner objetos que te inspiren, algo que huela bien, algo de música que te guste… Lo importante es que asocies ese momento con sensaciones agradables que te apetezca revivir. Y, por supuesto, pon el teléfono en modo avión y pide en casa que no te interrumpan si no es totalmente necesario. Hablamos de incendio o ahogamiento, no de dónde están los cereales. 

Con estos trucos irás trabajando tu fuerza de voluntad y construyendo nuevos hábitos sin agobiarte. Si algún día fallas, no te machaques y sigue con tus planes. Sigue cumpliendo tu compromiso contigo misma y celebra cada pequeña victoria.

Si te animas a probar este método cuéntame cómo te está yendo y qué parte te está costando más para que te pueda dar algún consejo extra. Si yo he podido hacerlo sé que tú también puedes, ¡nos vemos en clase!

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